jueves, 30 de diciembre de 2010

Vida paceña, paz estival

Creo que subestimé un poco mi estadía en La Paz.

Pasa la semana y me doy cuenta de lo linda que es esta ciudad y su gente. Me reencontré con buena parte de mi gente de acá, tomamos mates, fuimos a la playa, salimos al puerto... El estilo de vida que de lejos me parecía poco trascendental ahora me endulza. Creo que tengo un choque de estilos o personalidades: mi parte vertiginosa contra mi parte parsimoniosa (rima y todo). Lograr ese equilibrio va a ser uno de los desafíos de este verano.

Playa paceña
Ayer vino Flavio y nos fuimos a ver el río mientras tomábamos tereré. El río Paraná es espectacular, eso es casi innegable. Como no tengo manera de subir fotos a la computadora acá en casa, las fotos tendrán que quedar pendientes.

Estábamos arriba, en el balcón del bar de la playa. La vista está enmarcada por el cielo veraniego de ese celeste tan particular que sólo alcanza en esta época del año. Más abajo, el río, con sus remansos y su corriente traicionera. La isla mira, como siempre, solemne desde la distancia, y te deja esa intriga de saber qué está pasando en ese momento entre los matorrales verduscos. Más adelante, en la costa, el desfile de mallas, termos de mate y flotadores de la gente en la playa, con el incesante punchi punchi del bar que, en otro momento de mi vida, me hubiera producido un pequeño movimiento corporal en señal de desaprobación con un aire elitista escapándose por los poros, pero que ahora me hace mover el pie marcando el ritmo mientras hablamos con mis amigos de viajes de mochileros, la fiesta de fin de año y cuánto sale comprarse un jeep.

La noche cae inevitable después de estas tardes. Salimos con Pitu en el auto, buscamos a quién quiera subirse a pasear con nosotros, le hago escuchar mis "banda de vampiros" y él me hace escuchar sus canciones electrónicas, me cuenta de sus cosas y yo le cuento de las mías, nos quedamos en silencio a veces mirando pasar el tiempo... La amistad a la distancia es así. Me pasa con todos mis amigos. Amistades silenciosas durante el año, pero completamente fortalecidas cada vez que el reencuentro arremete.

Puerto de La Paz y río Paraná
Y después vendrá Agustín. Y después, Augusto. Y Marlise, y los primos y Emanuel... A veces se me cruza la posibilidad de volver acá, de volver a una ciudad donde la gente me dice en los negocios "hola, Luisito", una ciudad donde salgo a caminar y saludo a los que pasan en auto y ellos a mí... Una idea que me da casi rechazo intestinal cuando estoy en Capital, pero que cuando estoy acá me canta serena al oído como quién intenta convencerte de algo. Pero no, sé que hay que seguir viaje. Quiero seguir viaje.

Es lindo el verano; es linda la vida; son lindos los amigos. Me da un poco de miedo tanto optimismo, pero voy a aprovecharlo mientras está.

En noticias brasileras, conseguí finalmente que me aceptaran el CouchRequest. Parece que mis primeros días en Florianopolis van a transcurrir en una pensión de estudiantes. Bruno, mi nuevo colega CS, se ofreció incluso a ir a buscarme a la terminal, otra prueba de que CS es una red social sólo para gente copada y de la que hay que estar orgulloso (para los que no sepan qué es CS, pueden buscarlo en Wikipedia... Duh...)

Bruno dice que todo va a salir bien (porque le advertí lo bajo que es mi presupuesto de viaje), que me va a mostrar lo mejor de la isla y que seguro consigo trabajo en una de las playas infectadas de argentinos. No es que viajar a otro país para estar rodeado de compatriotas me llame mucho la atención, pero la prioridad va a ser generar dinero, porque ya lo dijo el cerebro de Homer: "el dinero puede cambiarse por bienes y servicios" (esto sólo va a hacer sonreír a los que recuerden ese capítulo).

Esperemos que los quilombos de nafta no me caguen el viaje en colectivo (como predice La Nación hoy). Pero optimismo, todo va a salir bien.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Prematuro alto en el camino

Pasó Navidad con su vitel toné y sus garapiñadas y algún que otro pedo salvador...


El 26 seguimos camino con los viejos hacia Entre Ríos, otro destino clásico de los veranos y el segundo paso en mi viaje. Me ofrecí a manejar yo, así que acomodamos cual tetris el quilombo de valijas en el baúl (hasta un órgano y una carpa llevábamos, imaginate) y partimos hacia la tierra de las vacas (a.k.a. Entre Ríos).


La ruta, un espectáculo. La música, otro espectáculo (Beatles, Bishop Allen, Yö, Kansas, Kingston Wall...). Tranquilos entre 110 y 120 km/h llegamos a La Paz a la tarde, no sin antes haber parado MIL veces a mear/almorzar/comprar objetos aleatorios. Dicen que la clave del manejo es hacer la menor cantidad posible de paradas y mantener un ritmo constante. No fue nuestro caso, claro está, y muy en contra de mi voluntad, déjenme aclarar.


Típica ruta entrerriana
La Paz me recibió con su crónica tranquilidad que, ya desde la primera hora, empezó a inquietarme. Me encanta este lugar, me encanta los amigos que tengo acá y la familia... Pero extraño el mundo. Este verano me siento completamente ajeno a esta ciudad. Quiero seguir viaje, quiero seguir caminando con la mochila y conocer gente y lugares que esta ciudad no puede ofrecerme. No quiero malinterpretaciones, pero internamente tengo una necesidad de estar "on the move", como dicen los yanquis, de estar en movimiento, de seguir avanzando hacia el norte.


Pero sin desesperar. Todo a su tiempo y tiempo a su todo. Mi futuro inmediato son dos semanas acá, en La Paz, que voy a utilizar para estar con la familia y mis amigos paceños, que después de todo me paso la mitad del año en Capital diciendo que los extraño. Pasará año nuevo y la fiesta de fin de año, iremos a nadar, a tomar a la curtiembre y a dar eternas vueltas en auto, escuchando música que no me gusta porque las bandas que sí me gustan no les gustan a nadie acá... Pero no está mal (no es lo que me apasiona en este momento, pero no está mal, supongo).


Usaré todo este tiempo para tomar envión. Y después: Corrientes. Y después: Brasil. Además tengo dos semanas para encontrar un CouchSurfer generoso que me hospede los primeros días en Florianopolis y aprender un poco más de portugués (me encanta esto de los blogs, es una especie de soliloquio mental y trivial en voz alta hecho público).



Ver Ruta en auto. Campana > Entre Ríos en un mapa más grande



PD: Agradecimiento especial a Hernán y a Ana por regalarme la carpa. Son genios geños. Mucho. ¡La mochila tiene un nuevo elemento! Sólo me falta la bolsa de dormir.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Un primer paso es un primer paso

Hoy, de alguna manera, di el primer paso en mi viaje. Guardé todo en la mochila, me despedí a Richard y de Lauri y abandoné Capital, no sin antes volver un par de veces al departamento de buscar cosas que me había olvidado (plata y DNI incluidos... No sé cómo voy a sobrevivir si soy tan asquerosamente distraido).

Mi mochila, cortesía de Hernán, me dio un poco de dolor de espalda al principio hasta que le agarré la vuelta al cinturón y a los diferentes prendedores que tiene. En una hora era un mochilero hecho y derecho caminando por Cabildo bajo el agradable sol de verano porteño que parece intensificarse con el asfalto, la gente haciendo compras de último momento y el 60 que te tira su aliento de hollín en la cara.

Dos horas de espera luego, veía desde la General Paz el perfil norte de la ciudad y me despedía en silencio. Y me di cuenta de que dejaba en esta ciudad demente amigos queridísimos, muchas de mis cosas, el departamento, Zürich, mi DS, las avenidas, la facultad... La política ligero-de-equipaje te lleva a eso, pero siempre con la idea de que el regreso y el reencuentro inevitable.

Y así giré en Panamericana y dejé atrás la ciudad del obelisco. Rumbo a Campana, a Navidad y a la familia

Cuando el colectivo bajó en la rampa de la terminal, aproveché para comprar mi pasaje a Brasil. No hay vuelta atrás (salvo  que quiera perder $300). Tengo pasaje para Florianopolis desde Corrientes para el 9 de enero a las seis de la mañana. 

La boletería de Crucero del Norte estaba atendida por una chica con sobrepeso que se reía por lo bajo mientras me escuchaba explicarle mi itinerario, mandaba SMSs a alguien que la esperaba a las seis y me sugería en qué asiento sentarte. Había también un perro viejo en una de las esquinas cagado de calor, que intentaba pescar alguna bocanada salvadora de aire fresco que lanzaba el eterno ventilador giratorio. Afuera, dos perros más, que recibían unos cuantos pisotones de los que pasaban apurados, transpirados y enojados en busca de sus colectivos.

Dejé esta postal pringosa y seguí camino a la casa de Beatriz, con trecientos pesos menos, pero con un pasaje a Brasil en el bolsillo.

Y llegé a Campana y era Navidad y expliqué que tenía el pasaje y todos estaban contentos y comimos milanesas y jugamos en la pileta con Nanu y tomamos mate. Avanza el verano y con él, la vida... Tan sencillo como eso.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Toda travesía empieza con una entrada de blog

A un día de (quizá) recibirme, a dos de Navidad y a como quince de la fecha de salida para Brasil, publico la primera entrada de mi blog de viaje. 

Miro hacia adelante y veo la ventana de mi departamento. Ya es de noche en Belgrano y el barrio se va despidiendo de mí a su modo, con sus ventanas iluminadas, su avenida ruidosa y su cielo nocturno con ese eterno deje rosado que siempre me llamó la atención (y tan típico de las grandes ciudades). Pero demasiadas sensiblerías. Sólo digo que mi viaje está de a poco materializándose: ya se termina el año, veo a mi izquierda una lista de cosas que tengo que juntar titulada "Brasil (Chile?)", mañana viene la familia para ir a la universidad y ver qué pasa con el ultimísimo puto final de mi vida... Se nos fue el 2010, no hay vuelta que darle, y con la llegada inminente del 2011 llega mi  proyecto de viaje.

Y la palabra "proyecto" le queda ENORME a lo que es simplemente un impulso intestinal de tener un verano diferente. Quizá es "proyecto" por el hecho de que realmente vengo proyectando mentalmente la posibilidad de una experiencia estival que se salga del molde de lo que viene siendo una seguidilla de veranos paceños. No me malinterpreten, no odio a La Paz ni a sus simpáticos pobladores, simplemente decidí que había demasiado mundo esperando a que uno lo recorra, y de ahí el título de mi blog: Vigilans Mundi, un mundo siempre en vigilia, atento, despierto.

Mis ideas veraniegas empezaron en agosto, con la idea de irme a recorrer Mendoza, una provincia que todos dicen que es maravillosa. Estaba entonces (y ahora también) viviendo con Lauri, un compañero de departamento finés que no tardó en transformarse en un muy buen amigo. Me comentó que él también quería viajar, y que ya lo había hecho por esa zona con su carpa y cañas de pescar. ¡Y ahí tuve mi epifanía, mi momento revelador! (Mierda que soy exagerado). Si mi gran problema era el dinero (porque realmente lo era/lo es), ¿por qué no salirse del viaje convencional de "deposite aquí su tarjeta de crédito" y "tour para turistas idiotas"? La solución era convertir el destino no sólo en un lugar donde veranear, sino en todo un lugar para vivir, al menos durante lo que durara el viaje. Y ahí lo tenemos, surge mi idea de viajar y trabajar para mantenerme los gastos del viaje. En seguida se me configuró una tesis:

"No es necesario ser millonario para recorrer el mundo"

Mi problema, ahora, era cómo organizar algo así. Ni siquiera sabía qué tan descabellado y plausible era mi plan (esperá, ¡todavía no lo sé!). Empecé con la idea de que un lugar turístico tiene muchos turistas, muchos turistas demandan mucho trabajo y que una demanda de mucho trabajo demanda mucha gente que quiera trabajar. Esto me llevó a la posibilidad de ir a Bariloche, después a Mendoza, pasando por Córdoba y Rosario. Hasta que finalmente llegué a Florianopolis. ¿Cómo? Fácil. Con la invitación de Victoria y Lauri, que sorpresivamente se enteraron de que iban a coincidir en la ciudad brasilera y que, no suficiente con ello, tenían pasajes para el mismo día en el mismo colectivo un asiento adelante del otro.

Así que acá estamos, con una mochila que me prestó Hernán, que por ahora tiene una malla, la Divina Comedia (porque en casos de desesperación pienso recitar poesía a la gorra) y la cámara de fotos. ¿Qué pasa si falla todo? Me vuelvo a dedo hasta mi casita paceña. ¿Qué pasa si consigo trabajo? Me quedo en Brasil hasta que me canse y decida que es hora de moverse. La vida, vista así, me hace sonreír. Ja.