Creo que subestimé un poco mi estadía en La Paz.
Pasa la semana y me doy cuenta de lo linda que es esta ciudad y su gente. Me reencontré con buena parte de mi gente de acá, tomamos mates, fuimos a la playa, salimos al puerto... El estilo de vida que de lejos me parecía poco trascendental ahora me endulza. Creo que tengo un choque de estilos o personalidades: mi parte vertiginosa contra mi parte parsimoniosa (rima y todo). Lograr ese equilibrio va a ser uno de los desafíos de este verano.
Playa paceña |
Ayer vino Flavio y nos fuimos a ver el río mientras tomábamos tereré. El río Paraná es espectacular, eso es casi innegable. Como no tengo manera de subir fotos a la computadora acá en casa, las fotos tendrán que quedar pendientes.
Estábamos arriba, en el balcón del bar de la playa. La vista está enmarcada por el cielo veraniego de ese celeste tan particular que sólo alcanza en esta época del año. Más abajo, el río, con sus remansos y su corriente traicionera. La isla mira, como siempre, solemne desde la distancia, y te deja esa intriga de saber qué está pasando en ese momento entre los matorrales verduscos. Más adelante, en la costa, el desfile de mallas, termos de mate y flotadores de la gente en la playa, con el incesante punchi punchi del bar que, en otro momento de mi vida, me hubiera producido un pequeño movimiento corporal en señal de desaprobación con un aire elitista escapándose por los poros, pero que ahora me hace mover el pie marcando el ritmo mientras hablamos con mis amigos de viajes de mochileros, la fiesta de fin de año y cuánto sale comprarse un jeep.
La noche cae inevitable después de estas tardes. Salimos con Pitu en el auto, buscamos a quién quiera subirse a pasear con nosotros, le hago escuchar mis "banda de vampiros" y él me hace escuchar sus canciones electrónicas, me cuenta de sus cosas y yo le cuento de las mías, nos quedamos en silencio a veces mirando pasar el tiempo... La amistad a la distancia es así. Me pasa con todos mis amigos. Amistades silenciosas durante el año, pero completamente fortalecidas cada vez que el reencuentro arremete.
Puerto de La Paz y río Paraná |
Y después vendrá Agustín. Y después, Augusto. Y Marlise, y los primos y Emanuel... A veces se me cruza la posibilidad de volver acá, de volver a una ciudad donde la gente me dice en los negocios "hola, Luisito", una ciudad donde salgo a caminar y saludo a los que pasan en auto y ellos a mí... Una idea que me da casi rechazo intestinal cuando estoy en Capital, pero que cuando estoy acá me canta serena al oído como quién intenta convencerte de algo. Pero no, sé que hay que seguir viaje. Quiero seguir viaje.
Es lindo el verano; es linda la vida; son lindos los amigos. Me da un poco de miedo tanto optimismo, pero voy a aprovecharlo mientras está.
En noticias brasileras, conseguí finalmente que me aceptaran el CouchRequest. Parece que mis primeros días en Florianopolis van a transcurrir en una pensión de estudiantes. Bruno, mi nuevo colega CS, se ofreció incluso a ir a buscarme a la terminal, otra prueba de que CS es una red social sólo para gente copada y de la que hay que estar orgulloso (para los que no sepan qué es CS, pueden buscarlo en Wikipedia... Duh...)
Bruno dice que todo va a salir bien (porque le advertí lo bajo que es mi presupuesto de viaje), que me va a mostrar lo mejor de la isla y que seguro consigo trabajo en una de las playas infectadas de argentinos. No es que viajar a otro país para estar rodeado de compatriotas me llame mucho la atención, pero la prioridad va a ser generar dinero, porque ya lo dijo el cerebro de Homer: "el dinero puede cambiarse por bienes y servicios" (esto sólo va a hacer sonreír a los que recuerden ese capítulo).
Esperemos que los quilombos de nafta no me caguen el viaje en colectivo (como predice La Nación hoy). Pero optimismo, todo va a salir bien.